La campaña de patata va “bastante adelantada” en Castilla y León, según describe Eduardo Arroyo, presidente de Appacyl. Los calores de agosto han secado los cultivos antes de lo previsto. Tanto que, por ejemplo, en Cuéllar (Segovia) están arrancando lo que preveían para más adelante. Marco Martín, presidente de Asopocyl calcula que en el terreno castellanoleonés se habrá arrancado ya la mitad.
El escalonamiento de las siembras hacían prever que el arranque sería también paulatino, pero no. El calor ha supuesto que se quemen también las pieles del tubérculo. Todo se nota en los precios. Sobre todo en el producto destinado a la venta en sacos que, además, es el que menos salida tiene. La hostelería y los comedores públicos siguen sin coger aire. La patata para sucio se paga a entre siete y ocho céntimos el kilo. La de lavado de primera categoría -monalisa, soprano y similares- está a de 18 a 20 céntimos, mientras que la de segunda se paga desde catorce céntimos el kilo. Las rojas de carne blanca, como la rudolph, se mantienen por encima de lo previsto, a 25 céntimos.
La horquilla de precios es amplia, hay demasiada patata y poca para el lavado fino. No hay de esta última para atender todo lo que demanda el mercado. En Francia el precio medio es de quince céntimos y hay buena producción.
El presidente de Appacyl se teme que en octubre y noviembre se va a acumular demasiado producto, cuando variedades como agria no den los parámetros necesarios para el lavado y acaben en sacos. “Estamos salvando la campaña con el lavado, pero lo que no se traga el mercado es el sucio”, reitera Arroyo.
Martín califica la actual campaña como “muy atípica” por la covid. Significa también la diferencia en el mercado de la patata para lavado y para sucio. La parte menos mala es que el descenso de las producciones por las incidencias meteorológicas en un 20% está frenando el desplome de precios.
En la cooperativa salmantina Aranpino han arrancado poco más del 20% de la patata. Su campaña siempre se centra en los meses de septiembre y octubre para comercializar después el tubérculo en sacos. No es el mejor año porque la actividad hostelera y de los comedores de colegios está muy frenada por la pandemia.
Y los precios no son tampoco los mejores. Hay variedades que están por debajo de los diez céntimos para el productor. Otras, como la agria, andan entre trece y catorce céntimos. “Así da para librar gastos y un poco más. Andamos en la cuerda floja”, analiza José Blázquez, gerente de Aranpino.
“Estamos a la expectativa…”, añade. Un panorama que no es muy alentador. A los precios bajos hay que sumar que, excepto en las siembras anteriores a mediados de marzo, la producción es baja. Y el 8 de octubre entra en vigor la prohibición de CIPC para la conservación. Las naves que no están habilitadas para ello no tendrán siquiera la posibilidad de usar menta.