Sembrar la patata sin tener en cuenta la amenaza de la rhizoctonia supone un riesgo enorme. Este hongo puede permanecer latente en el suelo durante más de un año, sobre todo en zonas frescas, de siembras tempranas, y puede ser habitual en aquellas parcelas en las que se cultiva patata, alubia verde o guisante.
Una vez presente la rhizoctonia es muy difícil de combatir, con unas reducciones de la cosecha que pueden llegar hasta el 40% de la producción. Aquella planta en la que se produce un ataque se marchita, se abarquillea, y el cuello presenta manchas de tipo ‘cuello de jirafa’.
Los efectos de su presencia se manifiestan en la parte aérea de la planta y en el tubérculo. Se traduce en un retraso en la tuberización, lo que afecta no solo al número de patatas, sino también a su calibre. Con repercusiones negativas en cuanto a malformaciones y calidad del producto final.
Lo peor es que la enfermedad ataca por rodales: la planta contaminada contagia a las de alrededor y la consecuencia es la pérdida de gran cantidad de producción.
“En muchas ocasiones la planta afectada no nos dará una sola patata que podamos vender”, recuerda Jesús Román, delegado CQ Massó, quien advierte de que “contra la rhizoctonia solo valen los tratamientos preventivos”.
“Para nosotros es muy duro recibir una llamada en el mes de junio porque el agricultor tiene un ataque de rhizoctonia y nos pide ayuda, pero tenemos que decirle que ya no se puede hacer nada”, subraya.
De ahí que recomiende un producto como Moncut (con flutolanil al 45,6 %), un fungicida único en el cultivo de la patata por su persistencia y modo de actuación. Su efecto es sistémico, de modo que se extiende desde el tubérculo al conjunto de la planta, y actúa a lo largo del todo el ciclo del cultivo.
Moncut actúa sobre el complejo enzimático encargado de la respiración del hongo. De este modo previene su penetración en la planta. “Gracias a su sistemia, alcanza las zonas vulnerables del cuello de la planta, donde la enfermedad ataca de forma preferente”, recalca el responsable de Massó.
Moncut posee una larga persistencia y no afecta a la germinación ni al posterior desarrollo de la plántula. Resulta estable en suelos entre pH 3-11 y es respetuoso con el medio ambiente.
Se comercializa de forma líquida, en envases de un litro, y se aplica en el momento de la siembra. Es cada vez más habitual que se moje la semilla en la línea de siembra, antes de ser enterrada.
“El tratamiento preventivo con este producto supone un coste muy pequeño por tonelada de patata producida. A cambio, garantiza que la patata dará toda la producción que corresponde a la variedad que hayamos plantado; muchos kilos, si tenemos en cuenta que Castilla y León tiene los mayores rendimientos de patata de Europa”, recuerda Jesús Román.