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viernes, febrero 7, 2025
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¿Qué buscan los grupos bodegueros cuando se expanden a nuevas zonas?

En este fenómeno influyen aspectos como la sustitución de parte del consumo de tinto por blanco, la escasa fidelidad a las marcas, el interés por probar vinos nuevos, la preocupación por la sostenibilidad y, por supuesto, el cambio climático

Tomás Jurío, director de Nuevos Proyectos del Grupo Barón de Ley

Comentaba en un artículo anterior que el vino español y las zonas vitivinícolas comenzaron a popularizarse a mayor escala gracias al desarrollo del ferrocarril, beneficiando en mayor medida a los vinos y bodegas ubicadas en aquellos municipios donde se situaban las estaciones de tren.

Posteriormente se desarrollaron otras vías de comunicación por las que podía viajar el vino, y así fue creciendo de forma popular el conocimiento de otras bodegas y sus vinos. En el último cuarto del siglo XX el conocimiento de ciertas zonas y más concretamente determinadas bodegas fue exponencial; la gente empezaba a viajar por España y los medios de comunicación tradicionales ayudaban a difundir el mundo del vino.

En esos años uno de los principales objetivos de las bodegas radicaba en expandir sus vinos por el territorio nacional y en menor medida se tenía puesta la mirada en la exportación. Para ello, las bodegas invertían sus recursos económicos en técnicas para mejorar la calidad de sus vinos, en instalaciones y en medios humanos. La prioridad era introducirse en nuevos nichos de mercado y conseguir nuevos consumidores para sus marcas ya creadas, comenzando así la contratación de comerciales y nombramiento de distribuidores.

Trasladándonos a esa época hay que tener en cuenta dos cosas. La primera, que la gran superficie de viñedo no estaba en manos de las bodegas, sino de los viticultores particulares y de las bodegas cooperativas. La segunda, que el consumidor era muy fiel a las marcas, siendo muy pocas las zonas vitivinícolas con renombre.

Por todo ello, según iban ganando adeptos a sus marcas y las ventas iban aumentado, el siguiente paso sería la de ampliar las bodegas con el fin de poder elaborar más vino, o bien llegar a acuerdos con otras bodegas de la misma zona, generalmente cooperativas, para ampliar su producción.

No obstante, siempre hay mentes inquietas y empresarios más atrevidos que en ese último cuarto del siglo XX comenzaron a expandirse a otras zonas de España, o bien en la misma zona pero con diferentes bodegas y marcas.

Por poner algunos ejemplos podría mencionar al Grupo Barón de Ley con dos bodegas y marcas diferentes en la DO Rioja (El Coto de Rioja y Barón de Ley); Marqués de Riscal, que siendo una bodega riojana se expandió a lo que hoy es la DO Rueda, o Bodegas Torres, con diferentes bodegas en distintas DO catalanas, e incluso su expansión a otros países como EEUU y Chile.

Llega el siglo XXI y el mundo bodeguero comienza un periodo de transformación que evolucionará y sigue evolucionando muy rápido. Las costumbres de la población han cambiado, han surgido nuevos hábitos de consumo, de ocio y de alimentación; el vino no es la bebida de los jóvenes; además, la sociedad actual es multicultural e incluso multirracial.

En definitiva, el consumo de vino va disminuyendo década a década y la tendencia actual se mantiene a la baja, tanto en España como en otros países. Quizá los cambios más significativos, además del descenso en la demanda de vino en general, sean: la sustitución de parte del consumo de vino tinto por el vino blanco y manteniéndose o con una ligera subida el del vino rosado; la poca fidelidad a las marcas; el interés del aficionado en probar vinos nuevos; la preocupación por todo lo relacionado con la sostenibilidad, palabreja que para mí no deja de ser un cajón de sastre; el crecimiento del número de DO, y la moda por los vinos con menos alcohol, menos cuerpo, más ligeros y con aromas más primarios que terciarios.

Si a todo esto añadimos que los prescriptores de vino, a quienes encantan las novedades, se han multiplicado, tenemos el caldo de cultivo perfecto para que las bodegas se planteen nuevos retos más allá de una mera ampliación de su producción, como ocurría en el siglo XX.

El mundo bodeguero está muy ligado a la tierra y a la zona que le ha visto nacer, pero las bodegas no dejan de ser empresas y como tales deben buscar rentabilidad y obtener el máximo beneficio. Vender muchas unidades de una sola marca de vino es ya una tarea ardua, y para conseguirlo hay que hacer un esfuerzo importante en publicidad y marketing, además de bajar de alguna manera el precio de la botella de vino, donde la promoción viene siendo la herramienta más habitual. Ahora bien, esto nos baja mucho los márgenes y, por tanto, o vendemos muchas unidades o los números no saldrán.

Si además tenemos en cuenta que cada DO tiene sus variedades de uva, que los factores clima y suelo marcan mucho el producto final, y que el desarrollo del enoturismo es imparable, habrá que plantearse el crear otras marcas de vino, vinos con otras variedades, nuevo packaging, vinos con una storytelling, etc.

Si antes las bodegas ‘imponían’ sus vinos al consumidor, es decir, el productor elaboraba su vino y el consumidor lo aceptaba, ahora ocurre más bien lo contrario: la bodega intenta dar al consumidor el vino que demanda. Ya he mencionado las características del vino que actualmente demanda el consumidor, así como el interés que tiene en probar vinos de diferentes zonas y variedades.

Por todo ello, si una bodega quiere crecer, incluso en prestigio, debe explorar otras zonas para ofrecer a los consumidores vinos diferentes. No olvidemos que el viñedo no se puede trasladar, ni sus cepas, ni el suelo en el que se sustentan, ni su microclima, en definitiva el terroir, y por ello, la bodega debe ir donde esté el viñedo, porque insisto, el terroir no se puede ‘copiar’.

Ahora bien, hay que meditar muy bien en qué zona vitícola desea instalarse la nueva bodega para que la inversión sea rentable. El consumidor quiere vinos diferentes, pero los prefiere en general de zonas que tienen un reconocido prestigio, que en tintos las más relevantes serían Rioja y Ribera del Duero y en blancos Rueda y muy recientemente Galicia.

Sin duda existen en España otras zonas vitícolas de mucha calidad que aún no han sido justamente reconocidas, zonas que prefiero no mencionar por ser menos relevantes para el gran consumidor. Una táctica muy empleada por las bodegas que van a otras zonas es empezar a elaborar sus vinos sin tener bodega propia, para posteriormente construir la suya y proceder a plantar su propio viñedo; en otros casos compran una bodega y/o viñedo en la zona donde se desean instalar.

No hace muchos años, no se podía utilizar la misma marca en vinos de diferentes DO, pero en la actualidad la legislación lo permite siempre y cuando se esté en el mismo nivel de la figura de calidad, lo cual ha incitado aun más a las bodegas a invertir en otras DO, pues la marca ya la tienen hecha.

No quiero citar nombres de bodegas, pero es conocido que bodegas de Ribera del Duero invierten en La Rioja, y viceversa, para la elaboración de vinos tintos. Bodegas importantes de Castilla-La Mancha han invertido en La Rioja, Ribera del Duero, incluso en la DO Toro, bodegas andaluzas y catalanas también se han expandido por la Rioja, Ribera del Duero y Rueda. También es sabido que desde hace dos décadas bodegas de La Rioja y de Ribera del Duero invierten en la DO Rueda.

Volviendo al siglo XX, donde casi nadie, aunque Marqués de Riscal lo hizo, invertía en zonas de vinos blancos por ser considerados sinónimo de vino barato y vino común, desde hace unos años ocurre lo contrario: son vinos que están bien considerados y la demanda está siendo cada  vez más fuerte.

Actualmente están de moda los vinos gallegos, sobre todo los de las variedades Albariño y Godello, y por ello bodegas riojanas, castellanas y de otras zonas amplían sus horizontes en las DO gallegas como Rías Baixas, Valdeorras y Ribeiro. Y además de estar de moda el vino blanco, hay que tener en cuenta que la rentabilidad de estos vinos, que en la mayoría de los casos, es mucho mayor; es por ello que gran cantidad de bodegas amplían horizontes en esas tierras.

Si hasta ahora la expansión de importantes bodegas a otras zonas venía dada por la rentabilidad, el prestigio, la diversificación de sus productos, etc., estoy seguro de que esto no quedará aquí; el cambio climático que está afectando al cultivo del viñedo, y por tanto a los vinos, se sumará como otro factor para tener en cuenta en nuevas inversiones.

Por esa razón se están explorando nuevos enclaves y territorios a mayor altitud y/o latitud y, por tanto, podríamos llegar a ver en un futuro inversiones en otras zonas como podrían ser Vizcaya o Guipúzcoa con el Txakoli, el Bierzo, o incluso vinos asturianos o cántabros, aunque dudo que una bodega invierta en estas últimas zonas si antes no han logrado el reconocimiento necesario, no solo avalado por los prescriptores de opinión, sino también por el consumidor.

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