Ricardo Ortega
Con la llegada de marzo da comienzo la siembra de tomate de industria en el sur de España. Se trata de un cultivo fácil de sacar adelante cuando el agricultor está familiarizado con él, pero que permite muy pocos errores porque cada uno cuesta dinero, y hablamos de grandes producciones.
Quizá el mayor productor de España sea Víctor Castillo, al menos si tenemos en cuenta solo a las pymes. La parte más importante de su explotación se encuentra en Sanlúcar la Mayor, en la comarca sevillana del Aljarafe.
El suyo es tomate del tipo pera, un cultivo de verano que no requiere invernadero. Las plantaciones se realizan entre el 1 de marzo y el 15 de mayo, siempre pensando en poder realizar una cosecha ordenada, que tendrá lugar unos 120 días después de la siembra. Este tomate se vende a la industria, que lo transformará en concentrado de tomate con destino a todo tipo de salsa o aperitivo.
“Siempre plantamos pensando en nuestra capacidad de recolección”, apunta Castillo. Su cosechadora debe completar 25 hectáreas por semana, lo que se traducirá en llenar 24 tráileres diarios. Cada uno de estos camiones tiene capacidad para transportar 23 toneladas. 40 millones de kilos en el conjunto de la campaña.
“No puede fallar nada porque el tomate, una vez que alcanza su momento óptimo de recolección, pierde agua y calidad”, recalca. Por eso se trata de un cultivo cada vez más tecnificado.
Conseguir mejor precio
Cuando se acerca el mes de marzo se realiza el pedido a la compañía suministradora, que por lo general es la misma empresa que después comprará la producción. Es la forma de conseguir un mejor precio y de dar seguridad a las dos partes.
Aunque se trata de un cultivo de verano en una zona de temperaturas altas, y con riego por goteo, hay que estar atento a la presencia de mildiu y oídio, como en otras producciones. En cuanto a posibles plagas, es habitual la presencia de ácaros, araña, chinches o mosca blanca.
La rotación ideal es con trigo. “El año después de sembrar ese cereal la parcela de tomate puede dar 20.000 kilos más”, recalca Víctor Castillo.
“No es un cultivo que dé grandes problemas cuando ya se conoce, pero que sí obliga a realizar inversiones cuantiosas. Y a acertar con cada decisión adoptada”, apunta.
Como a la hora de fertilizar, “que debe hacerse en el momento adecuado y en la dosis correcta”. 280 unidades de nitrógeno, 100 de fósforo y 250 de potasa, que será fundamental para que el tomate ofrezca la calidad adecuada “y la dureza requerida para su manipulación, con menos pérdidas”.
El abono siempre se aporta mediante fertirrigación, porque aquí el abono es líquido y el agua se aporta mediante goteo. Un mínimo de 6.000 metros cúbicos por hectárea al año, aunque en la campaña pasada hubo que ir hasta los 9.000. El riego se puede afrontar gracias a que se ha logrado la máxima eficiencia y a que el agua de lluvia se recoge en balsas.
Costes de producción
En provincias como Cádiz o Sevilla se producen unas cien toneladas por hectárea. Los gastos rondan los 12.000 euros por hectárea, y el precio que recibe el agricultor depende de la ley de la oferta y la demanda, en ocasiones con fuertes tiranteces.
La calidad es una de las claves. Cada año se establecen tablas que fijan la remuneración en función de la calidad del tomate, que se expresa en grados Brix, relativos al azúcar presente en el fruto.
En la estructura de costes tiene un peso muy importante la colocación del goteo, que abarca una superficie de 100 por 180 metros cuadrados. Cuando toca añadir un hidrante el gasto se dispara, y también hay que tener en cuenta que la manguera principal, la ‘madre’, dura varios años, mientras que la cinta que lleva el agua hasta la planta se debe sustituir cada nueva temporada.
Como en otros sectores, el momento de establecer un precio mínimo para el productor es donde se juega buena parte de la rentabilidad. En 2023 ese precio se estableció en 145 euros por tonelada, mientras que un año después se fijó en 135. Y para este año se está hablando de 125 euros. “La cifra depende en gran medida del precio que se fije en EEUU, que es quien marca los precios”, recalca Castillo.
“Italia está este año a 145 euros la tonelada y hay voces que dicen que es un precio muy elevado, pero para mí es correcto”, señala el empresario agrícola. “Los agricultores somos cada vez más jóvenes y conocemos mejor el mercado, de modo que podemos apretar algo más, pero la negociación es año a año”, subraya Víctor Castillo.
El precio que ofrece la industria
En los últimos cinco años, la media de producción de tomate en regiones como Extremadura se sitúa en 88 toneladas por hectárea, lo que da un coste de producción de 128 euros por tonelada.
Sin embargo, el precio fijado por las industrias privadas para la campaña de 2025 es de tan solo 107 euros por tonelada, según las organizaciones agrarias, muy por debajo del coste real de producción.
El año pasado se pagaron 130 euros por tonelada en las industrias privadas y 150 euros en las cooperativas, de modo que el precio de este año representa una pérdida de 43 millones de euros para el sector tomatero en la región.
Un cultivo marcado por la latitud
El año pasado se cultivaron en España 13.793 hectáreas de tomate fresco, lo que supone un 11% más que la media de los últimos cinco años.
De esa superficie, 461 hectáreas se manejaron en régimen de secano y 5.970 lo hicieron en regadío, mientras que el modelo mayoritario fue el invernadero, con 7.362 hectáreas.
Por su parte, las 30.164 hectáreas dedicadas a tomate de industria suponen un incremento del 24% respecto al año anterior, lo que da una idea del momento que vive este cultivo.
En tomate de industria destaca la pujanza de Extremadura, con 24.810 hectáreas, mientras dedica 735 hectáreas al tomate fresco.
Al mismo tiempo, quien gana en tomate fresco es Andalucía, con 5.974 hectáreas. De ellas, 4.603 estaban en régimen de invernadero.
Otra región que destaca es la de Castilla-La Mancha, con 955 hectáreas dedicadas a tomate de industria y 1.468 hectáreas destinadas al tomate fresco.
La Región de Murcia, por su parte, dedica apenas 14 hectáreas al tomate de industria y 1.255 al producto fresco, con la note sorprendente de que 52 de ellas se cultivaron en secano.
Las cifras ofrecidas por el ministerio nos llevan a puntos alejados del sur y el Mediterráneo. Como en el caso de Navarra, con 1.923 hectáreas de tomate de industria y 1.424 de tomate fresco. O el de Canarias, que el año pasado tenía 913 hectáreas de invernadero dedicadas al tomate fresco.