Ricardo Ortega
Entre las hortalizas que permiten atender al consumidor español pero también conquistar los mercados exteriores destaca el tomate fresco, aquel que llega al público sin ningún tipo de transformación. España dedica unas 13.800 hectáreas a este cultivo, con importantes diferencias en función de la latitud. En las comunidades del norte peninsular hay producción de tomate en regadío y sin invernadero, que sobre todo atiende al comercio local.
Al mismo tiempo las grandes producciones, que tienen potencial para conquistar mercados en el exterior, se sitúan en el sur. Más del 60% de la hortaliza de España se encuentra en la provincia de Almería y en producción ese porcentaje es superior, aunque varíe de un año a otro, dado que la provincia lleva muchos años de delantera al resto de zonas productoras: aquí ya llegaron hace décadas las altas temperaturas y la caída en picado de las precipitaciones.
Como en tantas actividades económicas, el cultivo del tomate está definido por su competencia. Si miramos hacia el sur, el tomate marroquí aumenta sus producciones de forma exponencial y además lo hace dentro del mismo calendario que Málaga o Almería. Una amenaza creciente para los productores locales.

La oportunidad está en el norte, en un área que se extiende en el entorno de Países Bajos, donde el clima no acompaña en invierno. En los meses más fríos del año, los productores holandeses o belgas deben recurrir a la calefacción y a la iluminación artificial, lo que dispara los costes y hace que el tomate deje de ser competitivo. Es algo que se notó especialmente con la agresión rusa contra Ucrania, cuando se incrementó enormemente el precio de la energía.
Es ahí donde entra en juego el tomate del sur de España, donde la plantación tiene lugar entre agosto y principios de septiembre. En las zonas de costa la cosecha se generaliza entre noviembre y finales de abril, “con la ventaja para los productores locales de que pueden producir en invernadero sin recurrir a la calefacción”, apunta Jan van der Blom, jefe del Departamento de Técnicas de Producción de COEXPHAL, la entidad que agrupa a los productores de fruta y hortaliza de Almería.
En las zonas situadas más al interior se sigue obteniendo tomate unos meses más, durante el verano, si bien los rendimientos son muy inferiores. Son los meses de máxima producción en el centro de Europa, donde el tomate holandés y belga conquista los principales mercados, como el alemán.
Entre las ventajas del invernadero hay que incluir el que da trabajo durante nueve meses al año, lo que beneficia una relación estable entre productor y empleado. La mayor parte de la mano de obra es de origen foráneo, que consigue estabilidad gracias a los contratos fijos discontinuos.
Variedades y revolución verde
Los agricultores malagueños, almerienses y murcianos requieren variedades muy productivas, que ofrezcan una producción constante. En los años 90 prácticamente había una única variedad, muy vistosa y que permitía la conservación durante semanas, pero con escaso sabor. “Hoy las variedades son muchas, con diferentes tamaños y colores, con destinos diferentes y con sabor”, subraya el responsable técnico.
La clave de la revolución experimentada en los invernaderos residió en la polinización de la planta. Se introdujeron los abejorros para una labor que antes se realizaba mediante vibraciones en la planta o por medio de fitohormonas, que se aplicaban a la flor de un modo muy costoso; se necesitaban 20 jornales por hectárea para esa polinización.
La alternativa con abejorros fue muy atractiva para ellos por el ahorro de mano de obra y por la mejora en la calidad de vida de los productores, pero sobre todo por un incremento de la producción de un 20%, acompañada de una mejora en la calidad y la uniformidad de los tomates.
Fue la verdadera ‘revolución verde’ de la huerta almeriense, puesto que al tener unos insectos a los que había que cuidar los agricultores descartaron los insecticidas de amplio espectro; empezaron a racionalizar los tratamientos. Desde entonces nunca ha habido problemas en destino por la presencia de insecticida residual. “La introducción de los abejorros fue de hecho el primer paso de la aplicación de control integrado de plagas mediante el empleo de fauna”, recuerda Jan.
El abejorro debe estar presente desde la floración (un mes después de realizada la plantación) hasta casi el final del ciclo.
La clave para competir
Una de las claves para que el tomate español sea competitivo reside en el clima. El sur depende de la luz y la temperatura, de modo que si hay niebla o las nubes tapan el sol, se producen importantes altibajos en la producción. Eso sí, siempre con un coste por kilo de tomate mucho más competitivo que en los Países Bajos, aunque necesite más agua y más unidades de fertilizante por cada kilo producido.
Por su parte, en Europa central los productores son competitivos porque han sabido encontrar su nicho. Disponen de tecnología y de ingenieros muy cualificados que consiguen una planificación exacta de su producción: a cuatro semanas saben la cosecha que van a tener. “El gran nicho de mercado de los holandeses es Alemania, que han sabido conquistar gracias a poderosas campañas de marketing”, destaca el almeriense.
¿Y el agua?
Almería siempre ha sido seca, con una agricultura concentrada en la franja situada entre el mar y la montaña. Cuenta con el agua subterránea que se filtra desde la montaña, aunque también se recurre al agua desalada, que es de calidad y se obtiene mediante un proceso sostenible, siempre que se emplee energía renovable.
El agricultor emplea 500 litros por metro cuadrado al año, que se traducen en 15-16 kilos de tomate. Una de las ventajas del invernadero es que permite la optimización del uso del agua, entre otras cosas gracias al empleo de sensores que miden la presencia de agua y el estado de las plantas. “Cuando el agricultor empieza a realizar mediciones el ahorro de agua es impresionante”, subraya Jan van der Blom.
El sector productor ha evolucionado y ha abandonado la idea de que cuanto más se riegue es mejor, entre otras cosas por las consecuencias que la humedad tiene para la salud de la planta. Y porque el cultivo tiene que ser lo más rentable que sea posible, lo cual no coincide con tener las máximas producciones.
Gracias a esa filosofía, en los invernaderos el rendimiento por metro cúbico de agua es muy superior al obtenido en un regadío situado al aire libre. “Además, la maximización del uso del agua se traduce en una mayor eficiencia en el porte de nitrógeno y otros nutrientes”, recalca el técnico.
Producción ecológica
La producción ecológica supone el 14% en la provincia de Almería, unos niveles que no puede hacer Países Bajos por la normativa que impide verter fertilizantes al entorno, por las exigencias de recirculación del agua… requisitos muy difíciles de cumplir en aquella región. Con todo, “la demanda de alimentos ecológicos se ha estancado en la UE, consecuencia de que no todo el mundo está dispuesto a pagar más por los alimentos”, destaca el responsable técnico de Coexphal.
El mismo porcentaje de invernaderos es el que trabaja en sistema hidropónico. La superficie cultivada en este sistema permite la recirculación de agua, entre otras ventajas, pero ha visto cómo se reducía su superficie por otras dificultades en el manejo.
Como sustrato, antes se empleaba más la lana de roca y hoy se introducen elementos como la fibra de coco, que por un lado requiere más agua pero por otro tiene efectos beneficioso sobre la fertilización, ya que se trata de materia orgánica.
Merecerá la pena seguir la evolución de esta forma de trabajo en el futuro, puesto que la necesidad de una mayor sostenibilidad dará bazas “a un modelo en el que hay mayor eficiencia en el uso de agua y fertilizantes”.
Un cultivo marcado por la latitud
El año pasado se cultivaron en España 13.793 hectáreas de tomate fresco, lo que supone un 11% más que la media de los últimos cinco años.
De esa superficie, 461 hectáreas se manejaron en régimen de secano y 5.970 lo hicieron en regadío, mientras que el modelo mayoritario fue el invernadero, con 7.362 hectáreas.
Por su parte, las 30.164 hectáreas dedicadas a tomate de industria suponen un incremento del 24% respecto al año anterior, lo que da una idea del momento que vive este cultivo.
En tomate de industria destaca la pujanza de Extremadura, con 24.810 hectáreas, mientras dedica 735 hectáreas al tomate fresco.
Al mismo tiempo, quien gana en tomate fresco es Andalucía, con 5.974 hectáreas. De ellas, 4.603 estaban en régimen de invernadero.
Otra región que destaca es la de Castilla-La Mancha, con 955 hectáreas dedicadas a tomate de industria y 1.468 hectáreas destinadas al tomate fresco.
La Región de Murcia, por su parte, dedica apenas 14 hectáreas al tomate de industria y 1.255 al producto fresco, con la note sorprendente de que 52 de ellas se cultivaron en secano.
Las cifras ofrecidas por el ministerio nos llevan a puntos alejados del sur y el Mediterráneo. Como en el caso de Navarra, con 1.923 hectáreas de tomate de industria y 1.424 de tomate fresco. O el de Canarias, que el año pasado tenía 913 hectáreas de invernadero dedicadas al tomate fresco.