Marta Alcaide
El regadío de aguas subterráneas es un tema complejo en la actualidad. Todavía quedan muchos aspectos por concretar y regular, como cuestiones relacionadas con su gestión y uso sostenible.
José Antonio Gómez-Limón, catedrático del Departamento de Economía Agraria de la Universidad de Córdoba, hablará en el IV Congreso Nacional de Regadíos de Aguas Subterráneas que tendrá lugar el próximo 27 de noviembre en el Espacio La Granja de Valladolid, sobre el Presente y futuro del regadío en las aguas subterráneas, una de las ponencias marco del congreso.
“Lo que quiero hacer en esta ponencia es poner en valor tanto económica como socialmente el regadío que utiliza aguas subterráneas”, declara Gómez Limón.
“Quiero resaltar que, de manera generalizada, la riqueza (valor de la producción) y el empleo que genera una hectárea de regadío con las aguas subterráneas son mayores que en una hectárea de regadío con las aguas superficiales y, por supuesto, infinitamente mayores que el secano. Este hecho puede evidenciarse en zonas como en el poniente almeriense en Andalucía o las comarcas del El Carracillo y Los Arenales en Castilla y León), donde se producen cultivos de alto valor añadido (hortícolas, viñedo, etc.)”, resalta el doctor ingeniero agrónomo.
Iniciativa privada y gestión mixta
El regadío de aguas subterráneas, desde siempre, “ha sido fruto de la iniciativa privada, gracias a la actitud emprendedora de los agricultores, que son quienes han invertido en sacarle un mayor rentabilidad económica y social a sus fincas. Es por eso por lo que las zonas con regadíos alimentados con aguas subterráneas coinciden con aquellas que presentan un dinamismo del sector agroalimentario y mayores niveles de desarrollo rural”, afirma.
Hay que tener cuenta que el riego con aguas subterráneas debe analizarse tanto desde la perspectiva privada como pública. El regadío con aguas subterráneas “depende del impulso de la iniciativa privada, que siempre va por delante del sector público”, añade. Sin embargo, hay que considerar que la iniciativa de un agricultor que comience a regar con aguas subterráneas impacta sobre el resto de los agricultores que riegan con aguas del mismo acuífero, “en la medida que a mayores extracciones totales, más bajara la capa freática y mayores serán los costes de extracción de dicha agua. Además, estas nuevas extracciones también influyen sobre las masas de aguas superficiales, ya que todas las aguas están interconectadas”, declara.
Es por esto que en algunas zonas pueden producirse problemas si las extracciones de aguas subterráneas son superiores a las recargas, produciendo una sobreexplotación de estas aguas. Este es un problema colectivo que afecta tanto a regantes -por los sobrecostes de extracción- como al resto de la ciudadanía, ya que puede afectar al resto de masas de agua. Esta situación exige un cambio en el modelo de gestión, donde los organismos de cuenca establezcan un plan para conseguir la necesaria sostenibilidad”. Sin embargo, esto es un problema que “todavía hay que aprender a gestionar mejor, con más información y más diálogo”, sentencia.
Esto “no implica necesariamente que se tenga que reducir las concesiones ni la superficie regable, sino que hay que a ver cómo hacer una mejor gestión de los recursos existente para generar el mayor valor económico y social. Este es el reto actual”, sentencia Gómez-Limón.
¿Y cómo se puede gestionar? “A través de una gestión mixta que combine las administraciones públicas con las comunidades de usuarios de aguas subterráneas (CUAS), todo ello a favor de la sostenibilidad, porque si no se logra equilibrar las extracciones y recargarlas, nos podemos quedar sin agua y sin actividad productiva”, manifiesta Gómez-Limón.
La sobreexplotación y la responsabilidad de los regantes
“Los regantes con derechos de agua o concesiones en vía de regularización son los primeros que tienen que velar por que no haya extracciones ilegales de los acuíferos, ya que va en detrimento de sus derechos e intereses. Si no existe un control de extracciones de derecho y de hecho, la situación puede desembocar el problemas de sobreexplotación, la lámina de agua desciende, los costes aumentan, los impactos ambientales se incrementan y todos perdemos”, declara.
Cuando se llegan a estas situaciones, el problema se puede revertir “mediante instrumentos de gestión complementarios, no excluyentes”, afirma. En primer lugar, a través de la modernización de los regadíos existentes, que permita una aplicación de agua más eficiente, utilizando menos agua para producir lo mismo o incluso más que antes. En segundo lugar habría que considerar estrategias de recargas de acuíferos. Asimismo, debería contemplarse la posibilidad de complementar las dotaciones de aguas subterráneas con aguas regeneradas procedentes de la depuración de aguas urbanas. Y por último, debería evitarse la expansión de cualquier tipo de regadíos ilegales, que van en detrimento de los regantes legales.
“Combinado adecuadamente todas estas soluciones se puede conseguir el necesario equilibrio entre extracciones y recargas”, sentencia Gómez Limón.